Plasencia

La ciudad de Plasencia, conocida como la Perla del Valle, se encuentra situada en la provincia de Cáceres, en el norte de la comunidad autónoma de Extremadura. Ubicada a unos 349 metros de altitud a orillas del río Jerte, cuenta con una situación estratégica idónea para conocer la zona del norte de Extremadura, ya que limita con poblaciones de seis comarcas distintas: la Vera, el Valle del Jerte, el Valle del Ambroz, Monfragüe, Valle del Alagón y Trasierra-Tierras de Granadilla. Además, se encuentra a poca distancia de otras como son Gata o Las Hurdes, y de poblaciones como Cáceres o Trujillo. Todo esto convierte a Plasencia en un enclave privilegiado que une cultura, historia y naturaleza.

Climatología
Plasencia se caracteriza por tener un clima de tipo continental con veranos calurosos y medias estivales del orden de los 25ºC. Los inviernos, por el contrario, son suaves, mostrando valores más bajos a medida que aumenta la altitud.

En cuanto a la pluviometría, la zona presenta cifras superiores a la media regional debido a la mayor altitud. Las precipitaciones son abundantes, oscilando entre los 600 y 800 mm anuales.

Naturaleza
La naturaleza es otro de sus grandes atractivos de Plasencia, puesto que está rodeada de comarcas naturales con una gran riqueza medioambiental.

Es, además, una de las pocas ciudades que cuenta con su propia ZEPA Urbana (zona de especial protección para las aves) gracias a las colonias de cernícalo primilla y otras especias protegidas, como la cigüeña blanca, que anidan en el casco antiguo.

La vegetación es variada y va desde un denso robledal y un viejo alcornocal con encinas, acebuches y quejigos al norte de la ciudad, hasta choperas y pinares en la zona sur.

Más información

Oficina municipal de turismo (Capilla de las Claras s.XV) Calle Santa Clara, 4, 10600 Plasencia, Cáceres De lunes a viernes de 9:00 h. a 14:00 h. y de 16.00 h. a 19.00 h. Sábados, domingos y festivos de 10:00 h. a 14:00 h. y de 16.00 h. a 19.00 h. +34 927 423 843 oficina.turismo@aytoplasencia.es https://www.plasencia.es/web/
Audioguía

Ciudad noble, leal y benéfica, Plasencia fue fundada en el año 1186, cuando el Rey Alfonso VIII de Castilla la ennobleció imprimiendo su lema en su plateado escudo: UT PLACEAT DEO ET HOMINIBUS, Para el placer de Dios y de los hombres. En el año 1189 el Papa Clemente III concede a la ciudad la sede episcopal, lo que le dio gran importancia desde el punto de vista religioso.

El carácter militar y la óptima situación estratégica, unido al afán de reconquista del rey castellano, propiciaron el fortalecimiento de la ciudad a finales del siglo XII con la creación de la muralla y el reforzamiento con la barbacana, con 78 torres o cubos, y la construcción del alcázar ya desaparecido en nuestros días.

También en este siglo comenzó la construcción de la catedral vieja, así como la aparición de los primeros palacios y casas señoriales de los que todavía quedan notables ejemplos.

Desde sus comienzos, los caballeros placentinos participaron en numerosas batallas, tales como la Batalla del Castillo del puente del Congosto, la de Alardos y las Navas de Tolosa, así como en la toma de la ciudad de Baeza o la reconquista de Sevilla por Fernando III el Santo, lo que enriqueció a la ciudad y favoreció el asentamiento en la misma de múltiples casas nobiliarias.

En 1442, celosa de su libertad perdida en favor del Señorío de los Zúñigas, la ciudad vivió turbulentas épocas hasta recuperar su libertad en octubre de 1488, fecha en la que Fernando el Católico jura a las puertas de la catedral defender siempre la libertad y los fueros placentinos.

También tuvo Plasencia un papel importante en la batalla entre Isabel la Católica y Juana la Beltraneja por la sucesión de Enrique IV de Castilla, apoyando los nobles a esta última debido a que en mayo de 1475 Juana se encontraba en la ciudad y decidió asentar la corte en el Palacio de las Argollas. En el mismo mes, llega a Plasencia el rey de Portugal, Alfonso V, para los desposorios con la Beltraneja.

Los siglos XVI y XVII marcaron el punto culminante de su historia, contribuyendo Plasencia con sus hijos al descubrimiento, conquista y evangelización del Nuevo Mundo. En esta época, se fundaron importantes instituciones benéficas y culturales, y se construyeron monumentos que aún hoy nos sobrecogen, sobre todo la catedral nueva o plateresca –comenzada en 1498 por el obispo D. Gutiérrez Álvarez de Toledo, hijo de los primeros Duques de Alba–, el acueducto o el palacio de la actual Marquesa de Mirabel.

La ciudad llegó a contar con diversas universidades dependientes de los Dominicos y Jesuitas.

En 1901 la reina María Cristina le otorga el título de ‘La Muy Benéfica’, por el comportamiento humanitario con los soldados repatriados de la guerra de Cuba en 1898.

Durante la segunda mitad del siglo XX, en 1958, la ciudad monumental de gran contenido histórico y cultural obtiene el reconocimiento de su casco antiguo como Bien de Interés Cultural, el cual alberga tanto construcciones religiosas como de carácter civil.

Plasencia cuenta con una gran tradición gastronómica, siendo este uno de sus principales atractivos.

Las tapas son una de las señas de identidad de la cocina placentina y no existe turista ni paisano que se resista a degustar alguno de estos aperitivos. Hay tapas de todo tipo, desde migas, morros a la plancha, patatas revolconas y amarillas, jamón y morcilla patatera… hasta otras más elaboradas.

El tapeo es parte de la cultura de la ciudad y una de las mejores formas de disfrutar de la gastronomía placentina, ya que, tanto en el centro como en la periferia, hay numerosos bares donde con cada consumición va incluida una tapa.

Plasencia ofrece, además, un sinfín de restaurantes, bares y tabernas, donde poder degustar las más variadas muestras de la gastronomía regional. Entre los platos singulares destacan las ancas de rana, las criadillas de tierra o los caracoles. Y, entre los platos más típicos:

  • Ensalada de zorongollo: una ensalada realizada con pimientos de distintos sabores y colores, asados al horno y preparados con cebolla y aliño. Se sirve fría.
  • Migas: sobre un refrito de pimentón y algunos embutidos, como panceta o chorizo, se vuelcan las migas mojadas y se sirven solas. Llevan mucho pimentón, especia reina de la cocina del norte de Extremadura.
  • Calderetas, ya sean de cabrito o de cordero. Es el guiso por excelencia de la zona, así como las morcillas patateras y las calabaceras.

En cuanto al pescado, no hay puerto de mar, pero se recomiendan las truchas, tencas (pez de aguas paradas y estancadas), así como los salazones. La falta, desde la antigüedad, de pescado fresco hizo que la cocina placentina se especializara en desalar este tipo de pescado.

Es imposible visitar Plasencia y no probar los productos derivados del cerdo ibérico y las especialidades de la carne de caza, toda una experiencia gastronómica, así como los productos de temporada: cerezas del Jerte, setas, castañas, moras y frambuesas.

 

Y como postre o colofón a una buena comida: queso fresco cubierto de miel y polen, cualquier derivado de cereza o bombones de higo y bellota. Y, para los más atrevidos: una copita de licor de cereza o bellota, o aguardiente de cereza acompañado de alguno de los dulces tradicionales como las típicas perrunillas, huesillos, rosas, galletas surcadas o lazos de hojaldre.

Las labores en corcho y marroquinería son, sin duda, los trabajos que caracterizan la artesanía de Plasencia, aunque siempre se han desarrollado, además, la forja, la talla o la guarnicionería, con ese toque que solo un artesano puede dar.

 

Para hacer compras se recomiendan las tiendas que se encuentran en las calles comerciales y peatonales dentro del centro histórico y barrio de mercaderes (calles del Sol, Rúa Zapatería, Talavera, del Rey), donde se pueden adquirir los típicos bombones de higos, pimentón, cerezas y sus derivados, tasajo, chorizos de jabalí y venado, muebles en madera de castaño, así como un paraguas de corcho.

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